martes, 22 de octubre de 2013

El hombre que acudió a la consulta desde el otro lado.

Espero que os guste mi relato de terror.
Dedicado a todos los sanitarios.
En especial, a los que trabajan en la población de Cartaya. Muy especialmente a Cecilia y a Paloma.
Happy Halloween!!!

Se titula...


"El hombre que acudió a la consulta desde el otro lado..."

El otoño andaba travieso, tormentoso.
Soplaba con tal fuerza el viento del este que hasta se podía escuchar el silbido del mismo bajo la puerta de la consulta, meciendo con dureza las bisagras entreabiertas de las ventanas. Por un momento pensé en la bruja del mago de Oz, con su cara verde y arrugada portando unos brillantísimos chapines colorados y volando alrededor del centro, dibujando giros infinitos…
Para los que no lo sepáis Cartaya tiene ciertas similitudes con la famosísima película protagonizada por Judy Garland. Se forman con facilidad pequeños tornados y existe una veleta de viento muy antigua cerca del centro de salud, justo como la que veía Dorothy, la protagonista de la película, delante de su casa en Kansas.
Era fácil dejarse llevar por la imaginación, se trataba de un día especial, algo diferente en el calendario anual. Era 31 de octubre. La llamada noche de brujas o noche de los difuntos. Una fiesta pagana, celta, que los anglosajones habían desvirtuado. En España, sin embargo, algo más clásica, más seria, son días de duelo y de recogimiento, pero días al fín y al cabo dedicados a ellos.
A los que no están…
En fín, debía espabilar, tenía una consulta llena hasta los topes y el tiempo apremiaba.
Además, ese día tocaba guardia. Así que sin más dilación empecé con el primer paciente.
Se trataba de un hombre. Su nombre no me era familiar. Quizás era la primera vez que acudía al centro. Al entrar por la puerta, sentí un frío intenso. La temperatura de la habitación bajó a una velocidad inaudita; otra vez el dichoso aire acondicionado… pensé y a continuación le invité a pasar.
-Pase, pase, le dije…
El paciente era alto, muy alto, su pelo era negro y su rostro pálido, blanco como el papel que tenía delante, sus ojos ausentes de vida, sin chispa alguna… Estaba claro, ese hombre necesitaba hacerse un control analítico de sangre, segurísimo tendría una anemia imponente, hablaría con Paloma, para poder sacarla hoy mismo. El hombre, de unos 40 años, iba enlutado, serio y cabizbajo, seguro que no pasaba por un buen momento…
-Buenos días, cuénteme por favor.
Así comenzó una conversación, su conversación, porque la persona que tenía delante me relataba una vida llena de vicisitudes y en la que su madre siempre había luchado por él y le había ayudado en todo momento. Siempre a su lado… Su madre de carácter alegre, que por su culpa se había enclaustrado entre cuatro paredes para cuidar de él, para envejecer en un año todo lo que no había envejecido en los 80 años que ya tenía…
Andaba cansado, sin ganas de vivir, no tenía fuerzas ni para salir a dar un paseo por el pueblo… Hacía mucho tiempo que no se atrevía a salir de su casa, y hoy había sido el día señalado para ello.
Le señalé la camilla, iba a explorarlo. Me dispuse a poner el fonendoscopio en su pecho y no escuchaba latido alguno. Bueno… pensé, hoy ando un poco torpe…
Estaba frío como un témpano y no encontraba el pulso…
Vamos a ver, qué será lo que está fallando. Voy a hablar con los compañeros de urgencias, quiero hacerle un electrocardiograma etc… este hombre está fatal. Posiblemente termine en urgencias…
Para un día que sale… menudo plan!

Me dirigí al edificio de urgencias, allí les conté lo que pasaba e hice hincapié en que les mandaría un paciente de la consulta, para que le tomasen las constantes ellos mismos. Me observaron incrédulos y se miraron de reojo, y con una sonrisa en los labios me dijeron que lo esperaban para valorarlo.
Así que me dispuse a volver a la consulta y acercar al paciente, a las urgencias del centro. Pero cuál fue mi sorpresa, que aquél hombre de semblante triste, ya no estaba.
La puerta estaba encajada, tal como yo la había dejado y las luces de la consulta se habían apagado, o más bien la luz se había ido. Por un momento me enojé, cómo se había ido ese hombre en el estado en el que estaba, y por qué. Le había podido decir algo que le molestase?... En fín, un poco trastornada y con el reloj de arena cayendo a toda velocidad, grano a grano, paciente a paciente, terminé la consulta ese día. Sólo me quedaba en la cabeza la historia del paciente de la mañana, de cómo había desaparecido sin más y de la vida tan difícil que había tenido, de su casa del pueblo y de que habitualmente no salía de ella, de su madre… su madre… su madre?!, de quién se trataba?... Sería una persona anciana, y yo no sabía ni podía imaginar de quién se trataba.
Se lo conté a Cecilia y a Paloma, ellas no la conocían, no sabían tampoco del hombre en cuestión, pero yo tenía claro una cosa, la dirección de aquél misterioso paciente estaba registrada en el diraya y yo iba a ir a su casa a verlo. Iría en su búsqueda.
La casa no quedaba muy lejos, Cecilia venía conmigo. Cuando llegamos, nos sorprendió que las ventanas se encontraban muy cerradas y que parecía no escucharse ningún ruido dentro. Llamamos a la puerta y nadie contestaba, estaba entreabierta, empujamos y entramos en la casa.
Lo primero que observamos era oscuridad. Olía a rancio y escuchábamos, el llanto de una persona, tan débil y apagado como el maullido de un gato.
Estaba cerca. Muy cerca de nosotras…
Continuamos andando y dimos con un bulto en el suelo. Se trataba de una persona. Rápidamente abrimos puertas y ventanas y vimos que era una mujer, una anciana de pelo blanco y aspecto desnutrido que sólo repetía un nombre… el de su hijo.
Llamamos a emergencias y en poco tiempo se hicieron cargo de la mujer.
Cuando todo el alboroto había pasado y cuando la mujer estuvo un poco más tranquila, ya en el Centro de Salud le preguntamos qué es lo que había pasado…
La conclusión de esta pequeña historia resulta difícil de creer. Requiere de vosotros un acto de fe, quizás tan sólo un poco de comprensión, ya que hay veces que ocurren sucesos extraños de los que nadie y repito NADIE jamás puede encontrar explicación, y este es uno de esos casos.
La mujer comenzó su historia contándonos que su hijo había entrado en una fuerte depresión.
Había perdido su trabajo en la mar y los días se le hacían cuesta arriba. No quería salir, ni comer ni acudir al médico, en definitiva no quería saber nada del mundo exterior. Ella estaba muy unida a él, cuidándolo solícita y vigilándole atentamente tanto de día como de noche, preocupada, pues arrastraba una anemia grave desde su más tierna infancia…
Pero desgraciadamente un día 31 de octubre, su hijo…, sí su querido hijo… , y llegados a este punto la mujer tragó saliva y comenzó a sollozar suavemente, interrumpiendo su relato.
Después de esperar unos breves momentos, tratando de respetar el evidente dolor de la buena mujer, y sin poder disimular nuestra impaciencia, le preguntamos: ¿y entonces su hijo?, ¿qué pasó con su hijo?...
La mujer contestó con voz grave y doliente: entonces, mi hijo murió. De nuevo un frío intenso envolvió la habitación… y ahora no se trataba del aire acondicionado.
Tras unos instantes de total sorpresa e incredulidad por nuestra parte, la señora prosiguió, rompiendo el pesado silencio que nos envolvía.
-Hace cinco años de esto, y no hay día que no me culpe por ello. Tendría que haber obligado a mi hijo a venir al Centro, haberle convencido, pero él no quiso escucharme y yo me hundí en la misma depresión que consumía a mi hijo, hasta el extremo de enfermar.
-Pero, cómo es posible si su hijo ha estado esta mañana en la consulta?, dije pero ni yo misma podía creerlo, la mujer me miraba fascinada, sin dar crédito a mis palabras, y un tanto desconcertada… Tanto o más que yo.
Y de repente tuve una revelación que pareció atravesarme como un rayo, de pronto caí en la cuenta…Su hijo, no me preguntéis cómo, nos avisó.
Le pudo el amor por su madre.
Nos puso en aviso de la situación de su querida progenitora, nos visitó, por extraño que suene y que conste que soy consciente de lo increíble de este hecho, su hijo atravesó la barrera que separa la vida y la muerte para pedir ayuda para su madre, rompió su encierro, que ahora era eterno, para traer a su querida madre a esta orilla de los vivos, aquí, entre nosotros…
Hasta aquí, los hechos ocurridos aquella noche de difuntos, pero quiero advertiros que como todas las historias de fantasmas, que viajan de una a otra realidad, esta historia viaja desde entonces entre la realidad y la ficción.
La realidad comienza aquí:
Dicen, que las noches de luna llena y en especial las que coinciden con la noche de difuntos, una sombra alargada merodea el centro de salud, llegando a ser vista por algunos compañeros, son varios los que la han visto, pero ninguno puede contar el hecho del que aquí hacemos mención.
Sed prudentes. Tened mucho cuidado, pues en cualquier momento podéis cruzaros con él. Encended luces y entrad acompañados, pues de un buen susto os puede hacer partícipes…
No olvidéis esta historia, sobre todo a los que trabajéis ese día…
El hombre que acudió a la consulta desde el otro lado…

ST!!!!!



2 comentarios:

  1. Terrorífica historía!!! Me la imagino dirigida por Don Narciso Ibañez Serrador, con su padre en el papel de aparecido...

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