martes, 27 de agosto de 2013

Casa natal de Zorrilla. Valladolid y la abuela Nicolasa.

Todo comienza con la llegada de un niño al mundo. Un personaje que anduvo marcado por lo sobrenatural desde su nacimiento.
De esta forma cuentan que un pájaro de gran tamaño y con plumas de llamativos colores, se posó el 21 de febrero de 1817 en las tapias colindantes a la única casa levantada en la calle de la Ceniza.
La extraña aparición en aquella fría mañana, que se interpretó como un signo de buen augurio, vino a coincidir con el alumbramiento en la casa de este gran autor del romanticismo.

Ya desde niño apuntaba maneras.

Una tarde, a la hora de la siesta, cuando la casa permanecía sumida en el más profundo silencio, el niño observó la puerta de una alcoba entreabierta.
Su curiosidad le hizo penetrar y allí encontró a una mujer de edad sentada junto a la ventana, entre una penumbra con luminosidad suficiente para comprobar que no se trataba ni de su madre ni de las sirvientes, por lo que se quedó parado junto a la puerta.
Relata Zorrilla que la anciana esbozó una sonrisa y con la mano le hizo un gesto para que se acercara. Después, mientras le acariciaba la melena rizada la anciana le manifestó ser su abuela Nicolasa y tomándole las manos le pidió que le tuviera cariño. Al rato el niño se dirigió al comedor para contar a su madre que había visto a la abuelita, que salió con el niño al distribuidor con la idea de que su madre hubiera llegado de Burgos.
Al no encontrar a nadie, su madre le preguntó dónde se encontraba y el niño señaló la alcoba, pero al penetrar comprobaron que se encontraba vacía. Informado el padre de que el pequeño José decía haber visto a la abuela paterna Nicolasa, con gesto severo decidió cerrar la habitación con llave y dio instrucciones para que así permaneciera, preocupado por las extravagancias de su hijo, ya que su madre Nicolasa había muerto antes de que éste naciera.
Posteriormente reconocería ante su padre la imagen de la anciana en un retrato.
Quedándose el adulto sorprendido a la vez que conmovido.
Este hecho sin duda marca la vida del autor, puesto que en su obra el género sobrenatural es básicamente una pieza fundamental. No existe línea separatoria entre ambos mundos.

De hecho, su vida como artista comienza en un entierro. Larra es el desgraciado protagonista. Zorrilla recita unos versos en voz alta dedicados a Larra y es tal el triunfo que lo sacan en hombros, todo emoción por los aclamados versos del poeta.

En esta casa natal, se intuye que algo pasa. Se respira un aire diferente en ciertas alcobas.

Hoy día los trabajadores se han acostumbrado a la presencia de alguien que los observa en la casa.
Dicen que puede ser el fantasma de Nicolasa.
El caso es que han sucedido multitud de hechos.
Cajones que se mueven, espejos que se rompen, bajadas de temperaturas, susurros, aportes ... Un sinfín de sucesos de los que son testigos también algunos visitantes del museo. Sobre todo al final del día. La chica que nos sirvió de guía andaba un poco nerviosa. Iba cerrando dormitorios conforme pasábamos para no tener que volver sola a hacerlo una vez que nos hubiéramos marchado. Dejaba caer algún que otro dato, un poco macabro ... Sin duda, es muy aconsejable su visita. Allí podréis observar la máscara funeraria en yeso del autor y su mesa de estudio, entre otros enseres personales y sobre todo, podréis conocer parte de la infancia del autor e intuir la genialidad del mismo.

Así dijo ...

"Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana;
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana."

Dedicado a Larra. José Zorrilla.

Saludos terroríficos!!!















 

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