viernes, 3 de mayo de 2013

El psicólogo que quería ser novelista y acabó siendo el padre de la tortura moderna. Artículo de Óscar, el psicólogo del grupo...


Seguidores del Kiosko...
Adoradores del fantaterror...
Aquí tenéis un artículo de nuestro colaborador Óscar. El psicólogo del grupo...!!!!
Os creéis que el fantaterror solo tiene una forma y un género en su presentación?!!
Pues no es así... Estáis completamente equivocados!!!! Jajajaja

Óscar nos demuestra, que en el campo de la psicología ha habido y hay, muchos fans del fantaterror...
Hablamos del terror, que se haya en su más puro estado, hablamos de la claustrofobia sensitiva, total y absoluta!!!!!
Lo más terrorífico del mundo...
Lo más privativo e iniciatico en el ser humano...
Hay algo más tenebroso???

Queríamos agradecer desde el Kiosko, la colaboración de Óscar. Nuestro científico loco particular...
Y sin más, comienza su relato...

"El psicólogo que quería ser novelista y acabó siendo el padre de la tortura moderna"


Abres los ojos y no ves nada. No oyes nada. Silencio. Te encuentras en la más absoluta oscuridad. Gritas pero tu voz se ahoga en un instante. Te mueves y notas el abrazo continuo de un líquido indefinido. No sientes nada. No ves nada. No oyes nada. No puedes moverte. Tu piel no es consciente de nada. Al cabo de un rato, comienzan las alucinaciones. Sonidos desconocidos emergen del vacío hasta convertirse en conversaciones completas. Surgen luces, colores. El escenario se hace cada vez más amplio. Estás en un tanque de aislamiento sensorial.

En la década de los 50, el psicólogo Donald Hebb empezó a investigar de forma sistemática la privación sensorial. En la Universidad McGill de Montreal buscó participantes para su experimento. Ofreció 20 dólares (estamos hablando de una cantidad considerable para un estudiante de la época) por no hacer absolutamente nada durante días enteros. Los estudiantes estuvieron tumbados en una cama en una habitación insonorizada y con material aislante en manos y brazos. Unas almohadas protegían sus orejas de cualquier percepción acústica; también unas gafas opacas les impedían ver nada.

Lo que parecía una forma fácil de ganar dinero acabó siendo una pesadilla para los participantes. Su concentración empezó a fallar, sus pensamientos iniciaron un viaje en una montaña rusa, el vaivén era constante. Los recuerdos involuntarios surgían e inundaban sus conciencias. Las alucinaciones empezaron a aparecer. Muchos comenzaron a oír voces o música a pesar de estar en un entorno totalmente silencioso. Otros veían colores, formas, cenefas repetitivas de papel pintado. Un participante relató que vio animales prehistóricos en una jungla, otro observó ardillas con esquíes dando tumbos por la habitación. Tras unos días, la mayoría de los estudiantes renunciaron a seguir participando en el ensayo. Ninguno aguantó más de una semana.

Esto fue el principio de una serie de estudios en los que se encerraban a los participantes en habitaciones insonorizadas (más adelante también completamente a oscuras) con el fin de investigar los posibles efectos en el cerebro. Lo habitual era que ningún participante aguantara más de tres días en una cámara de estas características. La monotonía que provocaba la situación hacía que cambiara su percepción y les provocaba vívidas alucinaciones. No solo eso. Sujetos, hasta entonces sin problemas mentales, mostraron fuertes cambios psíquicos debidos a la retirada total de estímulos ambientales, dichos cambios llegaban a recordar los síntomas de la esquizofrenia. Además, la privación sensorial borraba parcialmente los recuerdos y el sistema de creencias del sujeto participante.

Todos estos experimentos eran controlados por la CIA a través de un agente encubierto. Dicha organización se interesó en estas investigaciones a raíz de varios episodios ocurridos durante la guerra de Corea, en los cuales, prisioneros norteamericanos realizaban encendidas proclamas contra su propio país o aparecían en videos lanzando radicales discursos filocomunistas. Se desarrollaron varias operaciones destinadas al mismo fin, manipular y cambiar la mente de los prisioneros.

Hebb, tras los primeros experimentos, dejó la investigación alegando: “Comprendimos que estábamos contribuyendo a desarrollar unas técnicas de interrogatorio inmorales, cuya potencia era tremenda”. Otros colegas no tuvieron reparos en seguir, como fue el caso de Ewen Cameron, anticomunista acérrimo, el cual consideraba que la destrucción de la mente era el “paso previo para la curación”. Otro día hablaremos de él y de las 360 descargas por paciente que llegó a alcanzar en 30 días, cuando obtuvo una beca para trabajar en el hospital Allan Memorial Institute.

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